lunes, 28 de noviembre de 2011

NEANDERTHALES Y HOMO SAPIENS CONVIVIERON EN LA CUEVA DEL CASTILLO.

Uno de los grandes enigmas de la investigación prehistórica estriba en desvelar las causas y circunstancias en las que desaparecieron los neanderthales hace unos 30.000 años y cómo se produjo la entrada del hombre moderno (homo sapiens) durante la transición del Paleolítico Medio al Paleolítico Superior.
En Cantabria, las excavaciones en la cueva del Castillo (Puente Viesgo) que dirige el catedrático de Prehistoria de la Universidad de León, Federico Bernaldo de Quirós, están revelando información muy valiosa al respecto. El pasado jueves concluyó una nueva campaña y el director del proyecto de investigación, que ha dado por finalizada la exhumación del «problemático» nivel 18, a la vista de los descubrimientos en las excavaciones antiguas y en las modernas, defiende la hipótesis que ambas comunidades humanas convivieron durante un periodo de tiempo en esta cueva.
«Hace escasas semanas publicasteis en EL DIARIO que Svante Paabo, el padre del genoma del neanderthal, visitó la cueva del Mirón y se reafirmaba en que neanderthales y sapiens comparten entre un 3 y un 5% de su ADN, algo que prueba que hubo
convivencia, uniones entre ambas razas… Es más sensato pensar en que se produjo una colonización ‘insidiosa’, como me gusta calificar, que en hipótesis catastrofistas para explicar la desaparición de los neanderthales. La causa auténtica probablemente nunca se sabrá», comenta el catedrático que compartió la dirección de los trabajos con su esposa Victoria Cabrera hasta 2004, fecha en la que la catedrática de la UNED falleció. Cabrera inició en 1980 los trabajos de campo en El Castillo y publicó los resultados inéditos de las excavaciones que Alcalde del Río, Obermaier y Wernet, desarrolladas entre 1910 y 1914 e interrumpidas de forma precipitada por el estallido de la I Guerra Mundial.
Colonización ‘insidiosa’
Obermaier y su equipo en apenas 4 años rebajaron unos 18 metros del yacimiento, alcanzando niveles del Paleolítico Medio (hace 150.000 años); las excavaciones modernas, en tres décadas, con una metodología más científica, apenas han rebajado los estratos un metro y medio y se han centrado fundamentalmente en el nivel 18, que corresponde con el comienzo del Paleolítico Superior. Para el año próximo el proyecto prevé iniciar la exhumación de los niveles musterienses a los que una potente capa de arcilla separa del anterior. Sin duda, hubo un lapsus de varios miles de años en los que la cueva estuvo sin ocupación.
Bernaldo de Quirós califica El Castillo como «el yacimiento más importante de Europa porque cuenta con la secuencia completa del Paleolítico Superior, con restos del Paleolítico Medio y con testimonios de la Edad del Bronce. Es un sitio fundamental para analizar los modos de vida y el comportamiento de las comunidades prehistóricas que aquí vivieron».
Las hipótesis de trabajo que maneja el equipo del que forman parte José Manuel Maíllo y Ana Neira, apuntan a que hace unos 40.000 años los humanos modernos «ya estaban por aquí», señala Bernaldo de Quirós. «Parece que convivieron, pero la pregunta es ¿cómo lo hicieron? Cuando se juntan dos grupos humanos, como pudo suceder entonces, cabe pensar que habría momentos en los que se llevaron bien y otros de odio… En nuestro caso tenemos el problema para ir más allá. Nuestros restos fósiles son problemáticos. Tenemos alguno de niño o de individuo joven, pero con rasgos poco definidos como para descifrar si es de neanderthal o de sapiens».
«Los hombre modernos (sapiens) vienen de África, de donde salen hace unos 100.000 años. Aquí parece que llegan, del Próximo Oriente, hace 50.000-40.000 años. Parece lógico que lo harían de forma progresiva, adaptándose paulatinamente a un territorio que nada tiene que ver con el de sus antepasados», señala el prehistoriador. En este proceso de aclimatación a una zona más verde y húmeda ve indicios «de que estos grupos humanos se debieron poner al día, ya que hasta la fauna era diferente. Es lo que yo califico ‘colonización insidiosa’, un proceso muy lento, que no implica ‘mala leche’, pero que sí vas comiendo poco a poco el terreno a los neanderthales. Esta disposición de adaptarse a las nuevas circunstancias debió otorgar ventajas al sapiens sobre los neanderthales».
Zona de carnicería
Estas hipótesis sobre el comportamiento de ambas razas tienen su base científica en los restos hallados en la excavación. En el estrato 18 del Castillo hay materiales líticos propios del Paleolítico Superior (Auriñaciense) con tecnología musteriense, es decir, de un momento anterior, del Paleolítico Medio.
 Estos descubrimientos se han realizado en una zona que los científicos han identificado como «de carnicería o descuartizamiento de animales, estamos ante un taller y ante un área de basurero, donde los ocupantes de la cueva tiraban los restos después de haber limpiado los hogares (el fuego). Esto nos ha permitido observar actitudes muy interesantes. En el Paleolítico Medio el fuego era constante, mientras que en el Superior parece que hay otra forma de proceder, se limpia y se renueva periódicamente», comenta el catedrático.
Otro aspecto que destaca Federico es que «hemos constado que en el Auriñaciense de transición emplearon material de usar y tirar, en concreto una caliza del río que se talla muy bien pero que una vez usas cuatro veces se mella. Esto revela una inteligencia, es un dato muy interesante, el empleo de artefactos de usar y tirar».
Para el director del Castillo «las joyas de la corona son las que presentan manifestaciones artísticas. Son objetos sin un uso claro, que no se saben para qué sirvieron. Por ejemplo, un bloque de arenisca con líneas entrelazadas. Ello nos permite pensar en un sentido espiritual, en que hace 40.000 años había gente con sensibilidad».
La cueva del Castillo, ubicada en un lugar privilegiado, a media ladera del monte del mismo nombre, controla el valle del río Pas. Los arqueólogos otorgan a esta gruta un carácter especial, «se trataría de un lugar atractivo, que tiene mucho que ver con el concepto de uso y control del territorio. El Castillo, además de un hábitat, debió tener una función similar a una feria, un punto de encuentro para comunidades que ocupaban otras cuevas del entorno». A esa condición del lugar como «primero inter pares» también contribuye, indudablemente, las más de 250 manifestaciones de arte rupestre (pinturas y grabados) que se han documentado en el interior de la gruta. Estas se datan en el Paleolítico Superior (entre el Solutrense y el Magdaleniense Superior).
La caza jugó un papel fundamental en este período del Paleolítico. Así lo revela que en las excavaciones se han recuperados restos de 250 ciervos, sin duda, el animal mejor representado, pero no el único. También formaron parte de la dieta de neanderthales y sapiens los bóvidos (50 ejemplares), el caballo, el rebeco, la cabra o el corzo. Como dato más exótico, se ha documentado la existencia de unos 30 rinocerontes (una variante extinguida), de león y de pantera. En concreto se cree que en esta zona del norte de la Península ibérica hubo leones hasta hace 12-10.000 años. También están representados el zorro, el lobo, el lince, la hiena y el oso de las cavernas, especialmente ejemplares muy viejos que se refugiaban en las cuevas para morir o ejemplares muy jóvenes, que no superaban la hibernación.
Ocupaciones esporádicas
A diferencia de lo que pudiera imaginarse, la ocupación en grutas como esta de El Castillo no era estable. Bernaldo de Quirós cree que «los grupos humanos se iban moviendo como una faceta más de su gestión del territorio. Esta es una cueva cómoda para primavera-verano y, además, por sus dimensiones pudo acoger a mucha gente al
mismo tiempo. En otros periodos del año los grupos ocuparían cuevas medianas o pequeñas como Hornos de la Peña o Morín».
Este comportamiento tiene su lógica «ya que se trata de depredadores-cazadores, que tienen que gestionar bien la caza. Si era un grupo grande por número de individuos, y no se mueven, pueden acabar teniendo problemas de agotar la caza. Es fundamental no acabar los recursos».
Pero, a lo largo de la Prehistoria, la cueva también tuvo largos periodos en los que no estuvo ocupada. Ello se explica, porque «la historia de la cueva está asociada a los grandes derrumbe. Hemos documentado que en repetidas ocasiones la visera de la gruta se hunde y ello, sin duda, debió generar una gran preocupación. Los derrumbes en muchas ocasiones son la antesala de etapas de cuatro o cinco mil años sin ocupación».

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