viernes, 30 de septiembre de 2011

EL SIDRON: PRÁCTICAS CANIBALES ENTRE NEANDERTALES.

La campaña de excavaciones suma otro centenar de fósiles de la especie extinguida.

«Buena cosecha». La expresión del profesor Marco de la Rasilla resume con claridad los extraordinarios resultados de la campaña de excavaciones desarrollada un año más -y ya son once- en la cueva del Sidrón. Un centenar de fósiles neandertales, extraídos a lo largo del mes de septiembre, se suma a los más de dos mil reunidos en anteriores investigaciones.

Costillas, falanges, un molar, un fragmento de maxilar con piezas dentales, vértebras, un metatarso, un omóplato, una clavícula y un fragmento de fémur con las marcas de corte típicas de la práctica de canibalismo, son algunos de los restos óseos más significativos de la campaña que finaliza hoy en la cueva piloñesa.

El fémur es uno de los fósiles que más interesaron al paleontólogo Antonio Rosas, responsable de los estudios que se desarrollan en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Lo considera una pieza «muy didáctica» por todo lo que puede aportar a las investigaciones en marcha sobre la antropofagia de los neandertales. En el hueso se aprecian claramente las rayas producidas en uno de los lados al ser descarnado y un golpe de fractura en el otro extremo para extraer el tuétano.

A los restos humanos, los arqueólogos suman otras piezas de industria lítica («una raedera espléndida de cuarcita») y restos de fauna (ciervo, oso, bisonte). En resumidas cuentas, una colección de primer orden que sigue sorprendiendo porque la excavación consigue mantener el alto volumen de fósiles a pesar de haber transcurrido más de una década desde que se extrajeron los primeros restos.

La fertilidad del yacimiento del Sidrón destaca la importancia de la zona como lugar de asentamiento de una especie humana desaparecida hace 35.000 años de la que hay muy pocas evidencias en la península Ibérica. Ningún otro lugar de los que se estudian en distintas comunidades ofrece ni siquiera una décima parte del conocimiento neandertal que ha puesto sobre la mesa la cueva asturiana.

El equipo dirigido por Marco de la Rasilla descartó este año el sistema de «extracción limpia» utilizado en otras ocasiones para evitar que los huesos sean contaminados con ADN humano. Esta estrategia, pionera en la cueva asturiana, es hoy reconocida internacionalmente y fue crucial para conseguir fósiles no contaminados con vistas al proyecto «Genoma Neandertal».

En el mes transcurrido en el interior de la cueva se afrontaron más trabajos: los arqueólogos intentaron abrir nuevos conductos y realizaron sondeos en la galería de los huesos, una zona más apartada donde ya había indicios de que podía tener interés. Otro empeño finalizado fue el estudio topográfico de toda la gruta y conseguir definir y situar en el plano las pinturas que se encuentran junto a otra de las entradas de la caverna. Es el mismo lugar donde hay algunos grabados, asunto más complejo porque es necesario discernir entre los zarpazos de los osos con los que se mezclan.

Uno de los indicativos de que este grupo de neandertales vivía cerca del lugar donde se encontraron sus restos fue el hallazgo de las distintas lascas sacadas de un núcleo de cuarcita durante el proceso de talla para conseguir un bifaz u otro útil de piedra. Indica que realizaban muy cerca de allí sus herramientas. Este año volvieron a encontrar lascas y están convencidos de que forman parte del proceso de talla de alguna herramienta.

En los últimos once años el yacimiento del Sidrón pasó de ser desconocido a referente mundial de la especie neandertal. Gracias a sus fósiles el conocimiento de la especie es hoy mucho más amplio y conseguimos saber, en contra de la idea más generalizada, que neandertales y humanos modernos se cruzaron en algún momento de su vida. Como explica Antonio Rosas, «los genes neandertales se dispersaron rápida y eficazmente en la descendencia humana, por lo que todos nosotros llevamos en nuestras células genes de neandertal».

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