jueves, 29 de marzo de 2012

UN HUESO DE 3,2 MILLONES DE AÑOS ACLARA EL ORIGEN DEL BIPEDISMO.

Los fósiles descubiertos en Etiopía demuestran que la especie de Lucy convivió con otros homínidos.
Ocho fósiles de un pie derecho descubiertos en sedimentos de 3,4 millones de años de antigüedad en Etiopía demuestran que los Australopithecus afarensis, la especie de Lucy, no eran los únicos homínidos que vivieron en la región en aquella época. Los huesos del pie de Burtele, que se presentan este miércoles en la revista Nature, corresponden a un homínido que se movía con soltura sobre los árboles, pero que era capaz de caminar erguido cuando bajaba al suelo.

El descubrimiento es importante por dos motivos, según Yohannes Haile-Selassie, paleontólogo de la Universidad Case Western Reserve de Cleveland (EE.UU.) y primer autor de la investigación. Por un lado, porque “aporta información relevante sobre la anatomía del pie en los ancestros humanos”, según declaró el martes en una rueda de prensa telefónica. Por otro, porque “demuestra por primera vez de manera concluyente que la especie de Lucy no estaba sola” sino que convivía con otras especies de homínidos, una cuestión que ha sido motivo de debate científico desde hace más de 30 años.


El pie descubierto ahora refuerza la hipótesis de que los Australopithecus afarensis, que vivieron en el este de África hace entre tres y cuatro millones de años, fueron ancestros directos del género humano, según Haile-Selassie. “Hay aún muchas incógnitas sobre la relación entre los australopitecos y los humanos”, advierte Salvador Moyà, director del Institut Català de Paleontologia. Pero, según la hipótesis que defiende Haile-Selassie, los primeros humanos eran descendientes de los Australopithecus garhi, que posiblemente ya fabricaban herramientas de piedra rudimentarias hace 2,5 millones de años. Y los Australopithecus garhi, a su vez, eran descendientes de los afarensis, la especie de Lucy.

El pie de los afarensis, en cualquier caso, se parecía más al nuestro que el pie descubierto ahora en Etiopía. Los ocho fósiles presentados en Nature presentan una curiosa combinación de caracteres adaptados a la vida en los árboles y a la vida en el suelo. El primer dedo, más similar a nuestro pulgar de la mano que a nuestro dedo gordo del pie, es arborícola. En lugar de estar alineado con los otros dedos, está en posición oblicua, lo cual es ideal para agarrarse de las ramas pero no para caminar o correr.

En cambio, la articulación entre los metatarsianos y las falanges –allí donde los dedos se unen a la planta del pie– permite una hiperflexión. Es lo mismo que hacemos nosotros al final de cada paso o al ponernos de puntillas, cuando los dedos pueden quedar perpendiculares respecto a la planta. Pero es algo que no se puede hacer con las manos –a menos que uno sea hiperlaxo–. Así, la articulación entre metatarsianos y falanges del pie de Burtele es característica de la marcha bípeda.

Pero “es un pie muy primitivo, no podían recorrer grandes distancias”, declaró Bruce Latimer, coautor de la investigación, en la rueda de prensa. “Debían caminar de una manera bastante extraña”.
A su lado, Lucy era toda una atleta. Las huellas de Laetoli, descubiertas en Tanzania en 1978 y atribuidas a tres Australopithecus afarensis, demuestran que ya tenían un pie anatómicamente moderno como el nuestro. Lucy ya tenía el dedo gordo alineado con los otros cuatro dedos del pie, un talón ancho y estable y un puente bien arqueado para absorber la energía de cada paso, zancada o salto, características todas ellas que no se aprecian en el pie de Burtele. “Lucy era totalmente bípeda, no iba a los árboles”, destacó Latimer.

El pie de Burtele se ha descubierto en una zona que hoy día es desierta pero que hace 3,4 millones de años tenía una vegetación tropical. “Los análisis físicos y químicos de los sedimentos nos indican que era una zona boscosa húmeda y con ríos”, añadió Beverly Saylor, coautora de la investigación, de la Universidad Case Western Reserve de Cleveland, al igual que Haile-Selassie y Latimer.

Los fósiles se han descubierto a pocos kilómetros de donde apareció el esqueleto de Lucy en 1974. Dado que las dos especies vivieron en la misma época y en la misma región, los investigadores sugieren que ocuparon nichos ecológicos distintos. Según esta interpretación, el homínido de Burtele debió ocupar la periferia de la selva tropical y explotar los recursos de árboles y arbustos, mientras que los Australopitecus afarensis se expandieron fuera de la selva gracias al prodigio biomecánico de sus pies.

El descubrimiento “demuestra que nuestra evolución no fue un proceso lineal, con un único linaje en cada momento, sino que fue un proceso más complejo, con varios linajes conviviendo en una misma época y en una misma región”, destacó Haile-Selassie.

Por ahora, los investigadores no han atribuido el pie de Burtele a ninguna especie ni a ningún género. Es demasiado antiguo para ser humano, ya que el género Homo no aparece hasta un millón de años más tarde. Y las características de los ocho fósiles parecen excluir que se trate de un australopiteco. Incluso de una especie distinta de la de Lucy.

A lo que más se parece el pie de Burtele es al del Ardipithecus ramidus, un homínido de hace 4,4 millones de años también descubierto en Etiopía. Los ocho fósiles podrían corresponder así a un ardipiteco descendiente del ramidus. Pero “aún no tenemos suficiente material para atribuirlo a un género o a una especie”, explicó Haile-Selassie. Y “no se puede decir que sea un ardipiteco solo porque tenga una locomoción similar; podría ser [otro homínido] que hubiera conservado esta adaptación a la locomoción. Esperamos a recuperar más fósiles para comprender mejor qué ocurrió”.

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