sábado, 28 de abril de 2012

EN MADRID ENCUENTRAN EVIDENCIAS DE CONSUMO DE CARNE Y MEDULA OSEA DE ELEFANTE HACE 80.000 AÑOS.

  1. Los humanos que poblaron la orilla del Manzanares durante el Paleolítico medio (hace entre 127.000 y 40.000 años) se alimentaban de carne y médula ósea de paquidermo. Así lo demuestra una investigación española que ha encontrado marcas de percusión y de corte en los restos de elefantes del yacimiento de Preresa (Madrid).

En la prehistoria, cazar un animal para alimentarse implicaba un riesgo y un gasto energético muy grande. Por eso, cuando los habitantes del Paleolítico medio (hace entre 127.000 y 40.000 años) tenían un elefante en la despensa, chupaban hasta los huesos.

Los humanos que poblaron la región de Madrid hace 84.000 años se alimentaban de su carne y consumían la médula ósea de estos proboscidios, según prueba un nuevo estudio. Hasta ahora, la comunidad científica dudaba que la explotación de la carne de elefante fuera una actividad común en esa época por la falta de evidencias directas en los huesos. Aún está por determinar si estos mamíferos eran del género Mammuthus o del subgénero Palaeoloxodon.

Los investigadores hallaron huesos con marcas de corte, para consumir la carne, y de percusión, para la médula ósea. “Hay muchos yacimientos, pero pocos restos fósiles con marcas que muestren la intencionalidad del ser humano”, destaca a SINC Jose Yravedra, investigador de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y autor principal de la investigación publicada en la revista Journal of Archaeological Science.

Nunca antes se habían documentado marcas de percusión que confirmaran una fracturación intencional de los huesos para acceder al alimento interior. Estas siempre se habían asociado a la fabricación de herramientas, pero en los restos hallados esta hipótesis se descartó. Los utensilios encontrados en la misma zona estaban hechos de sílex y de cuarcita.

El equipo, formado por arqueólogos, zooarqueólogos y geólogos de la UCM, del Instituto de Evolución en África (IDEA) en Madrid y del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) en Burgos, recogió 82 huesos del mismo elefante asociados a 754 herramientas de piedra, en un área de 255 metros cuadrados del yacimiento de Preresa, en la orilla del río Manzanares.

En el caso de las marcas de corte en los restos fósiles, estas se suman a “la evidencia más antigua de aprovechamiento de elefantes” en el yacimiento de Áridos, cercano al río Jarama, según recoge en 2010 una investigación publicada por Yravedra en la misma revista. “Hay pocos registros sobre el aprovechamiento de elefantes en Siberia, Norteamérica y Europa central de hace más de 10.000 años”, contextualiza el zooarqueólogo.

Los riesgos de cazar un elefante

Las vísceras es lo primero que come un depredador, humano o carnívoro de cualquier clase. Las señales prehistóricas del banquete ayudan a los investigadores a saber quién fue el primero en sentarse a la mesa, ya que el riesgo de cazar un elefante plantea la duda de si el humano lo cazaba o lo carroñaba.

“Este es el siguiente enigma que tenemos que aclarar”, responde Yravedra, quien recuerda que hay evidencias de caza en otros animales más pequeños en el mismo yacimiento. Pero, por el grosor de las membranas fibrosas y otros tejidos de la carne del elefante, los humanos no siempre dejaban marcas en los huesos. “Y por eso en ocasiones es difícil determinar si los humanos aprovecharon su carne”.
El ‘Santo Grial’ de la alimentación paleolítica

La grasa animal era un bien muy preciado entre cazadores y recolectores que seguían una dieta rica en carne y baja en carbohidratos. Cuando la carne escaseaba, otros recursos como la médula ósea se convertían en una fuente de lípidos.

Según el estudio, en los elefantes esta práctica no era muy común por la laboriosidad del proceso de extracción de la médula ósea de los huesos. Además “la explotación de su grasa es algo que no se ha documentado hasta ahora”, dice el investigador. Otras fuentes de alimento, como los sesos, cumplían la misma función nutricional.

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